Ha muerto un puto

Ha muerto un puto

Ficha

  • Datos de funciones:

    Info de las funciones, en nuestra carelera

 

Salen a la luz

Alumbrar algo en la oscuridad es la tarea definitiva del teatro moderno. Hacer a la audiencia testigo de algo que emerge de allí. Algo que ahora está sacralizado, atendido, puesto en el foco. Más acá en el tiempo, el teatro adquirió otra sana costumbre. Esos cuerpos iluminados que proyectan su voz están cada vez más acompañados. Por otras voces. Otros lenguajes. Varias voces, en varios lenguajes hacen a la audiencia testigo de algo que emerge también desde el silencio.

En el silencio y la oscuridad transcurrió una gran parte de la vida de Carlos Correa. Gustavo Tarrío y su elenco quieren vengarse de eso.

Ha muerto un puto más que una biografía es un relato de las vidas del escritor. Más que un relato de las vidas, es un relato de sus muertes. Y más que un relato, es múltiples relatos.

Manteniendo su “caligrafía teatral”, Tarrío se basa en una selección de textos del autor (incluyendo algunos autobiográficos) y, apenas, los ata con otros lenguajes: con teatro físico, con miniaturas (un tren circular, un sombrero-edificio), con archivo audiovisual, con alguna que otra alegoría, con monólogos de todo tipo, y, sobre todo, con música.

Así escrito pareciera ser que Ha muerto un puto es un espectáculo barroco y ensordecedor. Por el contrario, en la línea de Bob Fosse, la obra, desde la poética de Carlos Correa, toma de a una por vez, pocas imágenes cargadas de punctum y trasviste la oscuridad escénica en un espacio vital y melancólico.

Para poner un poco en relieve, Carlos Correa, formó parte en los 50 ‘s de la revista Contorno junto con Juan José Sebreli y Oscar Masotta (todos ellos hormonalmente sartreanos). El trío vivió romances y aventuras clandestinas, hasta que un evento torció para siempre la vida de Carlos. Una de sus publicaciones, el cuento  “La narración de la historia” que incluye un romance homosexual, es utilizado para condenar al escritor por “publicaciones obscenas” y hacerlo cumplir prisión domiciliaria por unos meses.

A partir de este incidente primero Masotta, luego Sebreli y finalmente él mismo, le darán la espalda al escritor y al homosexual. Carlos Correas se conformó con la docencia y no publicó texto alguno por veinticinco años (hasta la última vuelta de la democracia).

El repaso caótico por la vida del autor no se vuelve nunca un cuento ni catártico, ni soporífero. El elenco es responsable de representar no a Carlos, ni a sus experiencias, sino a sus voces. Sus narradores ficcionales. El elenco presenta y representa. El teatro no se olvida que es teatro. Los intérpretes no se olvidan quiénes son. Desde ellos, es que celebran a CC.

El mismo director sentencia que no podría hacerse Ha muerto un puto con otro elenco. Vero Gérez cantante, actriz y militante LGTBIQ+; David Gudiño, actor, performer, dramaturgo y militante de la causa marrón; María Laura Alemán, actriz trans y compositora de la música de la obra.

No hay texto proferido en la obra que no les pase por el cuerpo de una forma radical. Cuando se observa a cualquiera de ellos sacudirse, dar vueltas, contorsionarse o lentamente revolverse en su interior, se puede conjeturar con simpleza que todo aquello es una marcación o, también, que es la mismísima fascinación maldita de Carlos que se les despierta.

Últimas dos observaciones sobre las miles que se podrían agregar:

La disposición del público en perspectivas que producen por momentos miradas incómodas a quién canta, a la pantalla gigante, a cierta secuencia corporal, es adrede. La obra se experimenta como un aproximarse a lo ocultado. En ese obscenidad, no hay frente.

El audiovisual pone en contraste las formas de la muerte que aparecen durante el repaso de la vida del autor. O la caída de alguna máscara que supo llevar. La del escritor, la del peronista, la del puto, la del integrado, la del éxito, la de la justicia. El final esperable de la biografía es la menos muerte de todas.

“He luchado por una nada” dice algunas de las voces de Carlos, sosteniendo la única máscara que nunca se quiso sacar: la existencialista. Por esa nada salen a la luz del escenario David, Verónica, María Laura y, por qué no, Gustavo también.

 

Ficha

Actúan: María Laura Alemán, Veronica Gerez, David Gudiño

Música original: María Laura Alemán

Dirige: Gustavo Tarrío

Género: Musical

Categorías: Reseñas

Escribe un comentario

Only registered users can comment.