Fantasmas en la máquina

Fantasmas en la máquina

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Una historia de nunca acabar

Muchas veces se ha escuchado decir que Argentina es un país en el que es imposible aburrirse; que todo el tiempo pasa algo, pero que unos 20 o 30 años después, de repente nada ha cambiado, porque las cosas que se van modificando vuelven luego irremediablemente a su punto original, como un boomerang.

Así se presenta Fantasmas en la máquina, una recreación muy bien lograda en todo sentido del caos político-económico que sufría el país sobre fines de los años ochenta, con una inflación muy alta, mucha gente temiendo por su futuro laboral y el presidente Raúl Alfonsín viéndose obligado a adelantar las elecciones para un inminente cambio de gobierno.

En medio de este contexto, en una oficina del microcentro porteño, hay un grupo de empleados que trabajan en una financiera de la manera que pueden, nerviosos, apurados, reprochándose cosas; intentan que el caos general del país no los afecte laboral y económicamente.

La Colo (Malena Colombo) es la jefa que tiene que lidiar con Toto (Mariano Masera) y Rulo (Federico Paulucci) para conseguir la plata que les exige el jefe del sindicato, Pituco Benavídez (Pablo Bossi), quien no piensa irse de la oficina hasta cobrar su dinero. Van haciendo lo que pueden, piensan a quienes pueden pedirle dinero prestado, mientras a un costado Amelia (Marina Carrera), la secretaria, se vuelve loca con su máquina de escribir y recibiendo cientos de llamados por teléfono.

La puesta escenográfica sumerge al espectador en medio de la oficina (ya mencionada) compuesta por una larga mesa rectangular llena de teléfonos de línea de un lado y del otro, revistas de la época desparramadas, un monitor central sin funcionar que los vuelve locos a los trabajadores al no poder recibir los cables de noticias del exterior, una radio portátil que tampoco logran sintonizar, y sillas de cuero y tapizado antiguos. Además, al costado, la oficina aparte de la secretaria, con su máquina de escribir, sus tazas y el teléfono.

En medio de una jornada caótica, las miradas y dudas entre los oficinistas despliegan en escena una serie de movimientos que enganchan desde el primer minuto, que pueden pasar de las discusiones y acusaciones verbales a situaciones un poco más “violentas”, de desesperación real, de zamarreos y empujones, demostrando que hay cosas urgentes que no se pueden resolver únicamente mediante el diálogo.

En cuanto al vestuario, “bien de oficina”, en el caso de las mujeres, La Colo y Amelia; los hombres, Toto y Rulo, de traje, saco y corbata; el segundo, sobre todo, con un modo de caminar bien erguido y un lenguaje tan preciso y formal que pareciera esconder sus propias dudas e inseguridades en medio del terremoto económico. Completan el elenco Natasha (Catalina de Urquiza) e Igor (Juan Martín Grazide), los “rusos” prestamistas de plata.

Fantasmas en la máquina no deja de ser una comedia muy bien lograda, más allá de los tintes dramáticos señalados y además necesarios para entender qué es lo que pasaba en aquel difícil 1989. Eso sí, como remarcan los actores en más de una oportunidad, bajo un marco democrático, tan floreciente aun por aquellos años; y como moraleja o mensaje final, dicho anteriormente, que Argentina es un país en el que todo cambia muy rápido, pero que varios años después, todo vuelve a estar como al comienzo.

FICHA

Dramaturgia y Dirección: Marcelo Teti
Elenco: Marina Carrera, Pablo Bossi, Malena Colombo, Mariano Masera, Federico Paulucci, Juan Martín Grazide y Catalina de Urquiza
Asistencia de dirección, operación de sonido, realización de escenografía y utilería: Florencia Manuela Quercetti
Diseño de escenografía: Ayelén Betti
Diseño De Sonido: Hernán Balestra
Realización de escenografía: Ayelén Betti
Diseño De Iluminación: Javier Rodriguez
Diseño gráfico: Irina Gómez Albarracín

Fotografía: Florencia Vigil

Género: Comedia dramática

Categorías: Reseñas

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