¿Hasta cuándo volverá el fuego y el terror?
Uno de los dramaturgos sensación del teatro off se llama Juan Ignacio Fernández. Sus más recientes “caballitos de batalla” son la adaptación de la novela de Ariana Harwicz, Precoz, protagonizada por Valeria Lois y Tomás Wicz y dirigida por Lorena Vega o siendo el dramaturgo predilecto de Guillermo Cacace.
Rondando esos años en los que su trabajo comenzaba a cobrar relevancia, se estrenó en el teatro Moscú, a cargo de Lisandro Penelas, una de sus obras, Poema Ordinario. Esa versión estuvo por cuatro años en cartel. También se montó en Bahía Blanca, en 2022.
Hoy es Maira Monteagudo quién revive esa pieza que, como el fénix, sobrevive al fuego y al paso del tiempo. Como un peligro que nunca termina de dispersarse.
La obra sucede a la vera del Paraná. En un aire enrarecido como en el de las obras de Tennesse Williams, Federica es madre de dos. En su casona sobra un cuarto porque Lorenzo salió una noche hace tres años y no regresó. Aunque siempre regresa, eso no le impidió jamás a Federica alquilar su cuarto. Entonces es que Cristian, un ingeniero que trabaja de paso en la zona, entra a escena. Olivia, la hija, toca Schubert recordando al padre que espera, un día, también vuelva.
En ese clima pegajoso y nocturno, lo que queda para hacer es mirar el lento transformar de la luna, mirar películas de miedo, tomar cerveza o hablar de eso que acecha por los pastizales y que puede comerse un pollo entero. El clima respira peligro, los cuerpos están en estado de excitación y algo es inminente. Sobre todo desde que Lorenzo vuelve y parece que hay una sola piecita para dos varones.
La obra es una tragedia de eterno retorno. En vez de ir hacia su irremediable conclusión, se mantiene en un bucle indetenible de cosas que se ocultan, desaparecen, salen a la luz incendiando todo y vuelven a desaparecer dejando cicatrices. No se sabe si los personajes luchan por evitarlo o repetirlo.
En Argentina existe una generación de Medeas. De actrices comehombres cuya presencia pone en jaque el aplomo y la masculinidad de cualquier actor vivo. Por nombrar casos que clarifiquen o ejemplifiquen: Cecilia Roth o Mercedes Moran serían los más obvios. Poema Ordinario para construir esa trasnoche de desbarranco necesita una de ellas y la versión de Monteagudo la tiene. La directora que otrora tuvo el privilegio de trabajar con las Piel de Lava en sus comienzos, hoy tiene el lujo de contar con otro diamante en bruto.
Nélida Prieto encabeza con su entrega salvaje y desmedida pero escondiendo también la vulnerabilidad que los giros inesperados de la trama necesitan. Su Federica habla poético y elevado mientras se acomoda el escote y le hace fondo blanco a un vaso de cerveza sin frío, ni gas. Constanza Marina Safe hace una Olivia jovial que deja entrever una porción igual de trauma y de esperanzas. Cristiano Ratti hace de su Cristian un hombre que hace inútiles fuerzas por no dejar que se vea lo patético y amable en “un mundo que no está hecho para los débiles”. Poniéndole el moño, Ignacio Quesada, aparece con un Lorenzo bravucón y poético como la madre. Lorenzo demuestra que el mundo tampoco está hecho para los fuertes. Todos al final son arrasados.
La noche del litoral guarda tiempo para lo sobrenatural. El cuento de Fernández se puede leer como un gótico de monstruos (quizás licántropos, espíritus o antropófagos). También no. Según Federica lo que hace daño son las palabras. Sin embargo, lo que se cocina en el fondo de Poema Ordinario es otra cosa. Lo que no está nunca dicho es lo que hace más daño. Como un alegato freudiano, en esa noche eterna, lo que no se nombra, vuelve, con su fuego y su terror. Y seguirá volviendo como las distintas puestas de Poema Ordinario, tantas veces hasta que el cuerpo diga basta.
Ficha
Autoría: Juan Ignacio Fernández
Actúan: Nelida Prieto, Ignacio Quesada, Cristiano Ratti, Constanza Marina Safe
Vestuario: Maira Monteagudo
Música: Camil Bravo
Diseño De Iluminación: J. Sebastián Benítez
Diseño gráfico: El Ninio Gris
Asistencia de dirección: J. Sebastián Benítez
Dirección: Maira Monteagudo
Agradecimientos: Gloria Chumbita, Centro Cultural Macedonia, Alejandra Endler, Julio Monteagudo, Universidad Nacional De Las Artes, Román Podolsky, Agustina Soler
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