Hedda

Hedda

Ficha

  • Prensa:

    Prensa: Nahuel Saa

 

Una experiencia teatral seductora…

 

Una casa vieja a pocos pasos de la estación Tronador de la línea B de subtes. Un zaguán. Algunos muebles de estilo. Vestuario de otras obras esperando su función… El clima invita a adentrarse en el maravilloso mundo del teatro. Un ambiente joven, expectante. Algo interesante está por suceder. Una casa dentro de otra casa, una casa intervenida por una nueva historia. La casa de Hedda.

En Hedda aparecen clásicos conflictos del teatro tratados a la manera de Henrik Ibsen. Una obra que plantea las diferencias entre hombres y mujeres y sus consecuencias, una sociedad bien definida en este sentido. Una obra que habla de la vida y de la muerte… tal vez como solución.

Un profesor me dijo alguna vez que una buena obra teatral es aquella en la que ninguno de los aspectos que intervienen sobresale frente a los demás, en la que todos se confunden en favor de la obra. En esta versión de Hedda, algo así sucede.

En esta puesta de Nayla Pose, la escenografía de Rodrigo Gonzalez Garillo y Gustavo Disarro,  cada elemento colabora con la narración estética y dramática de la obra. Una escenografía generosa que logra disolver límites y crearlos… que permite a los actores crear situaciones… que les permite encontrarse, alejarse. Una situación de espacio que los separa y los vincula, que enriquecen el relato.

Por su parte, El vestuario de Belén Parra logra unificar con matices sutiles a los actores, un trabajo que, a mi juicio, apoya una historia en la que finalmente (y a escondidas) todos tienen algo secreto con todos.

No se buscan grandes artilugios ni se persiguen golpes de efecto, se logra el dinamismo y la velocidad que requiere el teatro actual y en ese contexto, los actores logran asumir sus roles con la soltura que permite su profesionalismo y sin mayores sobresaltos.

Llamaron mi atención Nayla Pose por su fuerte presencia y Maria Abadi por su elegancia y sutileza.

En esta versión de Melina Petriella y Nayla Pose HEDDA logra decir lo que debe decir sin que el espectador note el paso del tiempo. Todo se resuelve en un instante, justo antes de que la narración entre en esas mesetas que hacen mirar el reloj. En un instante, a traición, con fuerza, con dramatismo, sin titubeos. Con un estremecedor punto final. La función ya terminó.

Hágase un tiempito y viva la experiencia de alejarse del centro para disfrutar de una experiencia teatral que va más allá del escenario, que incluye descubrir las callecitas del barrio, sus bares y su gente…

Categorías: Reseñas

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