Un hombre solo

Una de las obras más conocidas y tal vez más representadas del insuperable William Shakespeare. Esta versión, llevada a cabo de manera integral desde la adaptación, dirección y actuación por Adrián Di Stefano, aporta un cambio en el punto de vista. Tomando como punto de partida los instantes finales de la obra, en los que Hamlet agoniza –vale el spoileo por lo conocido de la trama- nos lleva por la historia cual si fuera su racconto final.

Adrián Di Stefano cuenta con un porte y una dicción privilegiados para la tarea; encarnar un unipersonal es siempre un desafío y más aún tratándose de un clásico. Con gran soltura maneja el escenario, que cuenta con elementos mínimos para acompañar su performance.  Las palabras fluyen de su boca con absoluta claridad, mientras va alternando los diferentes personajes. Tal vez el espectador ingenuo se pierda algunos detalles de los sucesos, pero logra recibirse muy bien.  La imagen propuesta es de fuerte impacto, con elementos en rojo que evocan tanto la corte isabelina como la sangre derramada y contrastan con la blancura impecable del vestuario de este Hamlet que no está torturado por la duda, ni bordeando la locura sino en otro estadio, en una postura más reflexiva o de comprensión omnisciente de los sucesos que  han acontecido.  Se ha elegido una iluminación plena y bastante cálida que acentúa  el contraste de los colores y brinda una atmósfera levemente cinematográfica, con algunos momentos de oscuridad total que organizan el relato.  Colabora en crear una atmósfera pesada, brumosa , una sutil nube de humo que asoma por atrás de la escena; aporta clima y remite también a la presencia de Hamlet padre.

Los entramados de poder nos atraviesan desde que nacemos hasta que morimos; es imposible escapar de eso. La ambición, los acuerdos espurios, las traiciones y la necesidad de justicia tan perfectamente detalladas en esta obra siguen vigentes, Hamlet nos sigue hablando en presente, continúa sacudiéndonos, llamándonos a la reflexión y a mirar con inteligencia. Una y mil veces Hamlet, una y mil veces teatro, que no mueran nuestras ganas de intervenir el mundo con arte.