Padre e hija, llanto e ironía.

Entre risas y lágrimas una hija con la esperanza de movilizar a un padre que no reconoce su depresión se encuentra con una actitud de él, que no esperaba.

El hombre de avanzada edad se ha abandonado a su suerte por cuestiones personales que se irán revelando en la obra. Creando una simbiosis con el sillón que lo acobija remitiendo al título de la obra. De esta manera se expone como los pensamientos pueden generar un estado de parálisis o en este caso quietud por no querer enfrentar y resolver los errores del pasado.

El espectáculo se basa principalmente en el trabajo de  los actores, no hace falta más. Si bien el tema principal es triste, es tratado con naturalidad y eso hace que los momentos el humor sean bien recibidos, haciendo que el espectador, recorra diferentes emociones de manera permanente.

El vestuario también tiene mucho para contar, desde esta perspectiva se aprecia el mundo que habita cada uno. Ella de rosa pastel, llena de esperanza y energía,  y el de pijama azul oscuro, hundido en sus recuerdos sin considerar siquiera salir de la casa.

La escenografía es simple pero bien hecha, se aprecia que los materiales son de buena calidad. Las luces tienen incidencia solo en momentos claves de la obra, y son para resaltar alguna situación emotiva.

La pieza teatral cuenta la historia con un halo de tristeza ya que se evidencia el estado deplorable de la casa, el personaje y sus costumbres autodestructivas, pero esta sensación se descomprime con los momentos de risa y los chistes irónicos que hacen los personajes, alivianando el drama para que el espectador no pierda la atención.

“Quieto” puede funcionar como espejo para aquellos que se hacen cargo de la tristeza de los demás buscando resolverla.

Ficha

Dirección: Francisco Lumerman

Elenco: Miguel Ángel Rodriguez y Manuela Amosa

Género: Tragicomedia