La isla desierta

La isla desierta

Ficha

  • Datos de funciones:

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  • Prensa:

    CTBA

 

La magia de los títeres

Hablar de “La isla desierta” es primero hablar del dramaturgo argentino Roberto Arlt. El texto es exquisito, casi un clásico literario, de lectura obligada, que cuenta el mundo de una oficina con sus empleados y jefes, en un ambiente opresivo con momentos de ensoñación. Su obra es una invitación a reflexionar sobre el mundo actual y cómo el “trabajo” y “lo seguro” puede hacernos olvidar de nuestros sueños. Es un teatro crítico, a veces amargo, pero tierno, y con seres miserables que intentan sobreponerse a la vida que llevan y todo lo que tienen en contra.

En este caso, el grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, con la dirección de Adelaida Mangani, plantea un objetivo complejo y por eso tan llamativo: llegar a chicos y grandes, con la misma frescura.

La historia, de por sí, es fuerte; los personajes están viviendo algo que no quieren y que al mismo tiempo no pueden salir de ese panorama desolador. La inteligencia del grupo fue no ocultar esta faceta de la obra, sino iluminarla junto a toda la ternura y comicidad que tiene la obra, destacando los momentos que muestra a cada personaje con sus sueños, logrando ser un gran hallazgo. Esta elección produce un resultado muy disfrutable.

La acción sucede en una oficina portuaria, donde conviven cuatro empleados que reniegan de su labor, y se quejan del último cambio de ambiente que tuvieron: estaban en el subsuelo y ascendieron su oficina, transformando la antigua luz de tubo por la potente luz solar de las ventanas y el sonido de los barcos que pasan continuamente. Manuel y sus sueños de futbolista, María y su ilusión de ser cantante, junto a otros dos empleados del lugar son los protagonistas, ellos y esos sueños frustrados. Pero sin olvidarnos del Jefe, del Gran Director y de Cipriano, un empleado de limpieza, que es quien modificará el panorama de cada empleado enseñándoles la luz de la libertad.

El universo que plantea este grupo, con este texto, es rico, colorido, empático, con claroscuros, y tierno. Los detalles de los títeres y los objetos, a cargo de Walter Lamas, son de una belleza única, se nota el enorme trabajo que hay detrás, especialmente destacable la construcción y el detalle de los músculos y todo el cuerpo del personaje “Cipriano”, es único. El diseño escenográfico, realizado por Carlos Di Pasquo, es un trabajo precioso y preciso, potenciando todo todo lo que sucede en escena, resaltando el diseño de los escritorios de cada personaje con ese ojo enorme como un “Gran Hermano” que vigila la labor de cada uno, y la pared/escenografía de fondo con poemas de Roberto Arlt. El diseño lumínico, a cargo de Omar San Cristóbal, acompaña perfectamente lo que la obra quiere transmitir, facilitando el entendimiento del clima reinante para los chicos. Además, la música original de Vicentico aporta un plus diferente a la propuesta.

El espectáculo logrado es intimista, precioso y único, donde los protagonistas conviven en una realidad que los oprime, pero que sueñan alguna vez cambiar. Todo atraviesa al espectador, logrando una magia constante, donde se le permite a los adultos conectar con su niño interior en una realidad que le es cercana.

Ficha

Actúan: Victoriano Alonso, Diego Báez, Ariadna Bufano, Eleonora Dafcik, Mariano Del Pozzo, Valeria Galíndez, Bruno Gianatelli, Carolina Graff, Paulina Lita, Fernando Morando, Estanislao Ortiz, Olavia Paz Campos, Esteban Quintana, Leticia Yebra

Dirección: Adelaida Mangani

Categorías: Reseñas

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