Con las manos atadas

Con las manos atadas

Ficha

  • Prensa:

    Valeria Franchi

 

Tensión, caos y conexión

Elena (Mariana Arrupe) y Gutiérrez (Mario Mahler), son compañeros de trabajo en una escribanía, ellos fueron víctimas de un robo y se encuentran atados, atrapados en medio de la sala. La obra va más allá del simple encierro físico, transformando lo que empieza como un intento de escapar en un intenso viaje emocional y de autodescubrimiento.

El principal motor de la trama es, sin duda, el diálogo. Al principio, sus conversaciones son una manera de sobrevivir a la tensión del momento, pero poco a poco se van conociendo realmente. Lo que parecía una charla desesperada se convierte en una oportunidad para revelar miedos, sueños y secretos nunca antes compartidos, lo que les permite, de alguna forma, escapar de la situación a través de la conexión emocional.

La expresión corporal de ambos actores es crucial para mostrar esta evolución. Sus posturas rígidas y movimientos limitados reflejan perfectamente el miedo y la incomodidad de estar atrapados en algo fuera de su control. A medida que avanza la obra, esa rigidez comienza a transformarse. La vulnerabilidad de los personajes se hace evidente en sus gestos: el temblor de las manos, el movimiento de los pies buscando una postura más cómoda, y los intentos de acercarse y alejarse, cómo si el espacio entre ellos fuera un campo de batalla emocional.

En cuanto a la escenografía, el espacio es minimalista pero cumple perfectamente su función. La escribanía desordenada, con papeles revueltos por el suelo, crea una atmósfera de caos que refleja tanto la situación externa como el desorden emocional que experimentan los personajes. Aunque el espacio es pequeño, su impacto es grande, ya que el caos simboliza el desorden interno de ambos.

La producción técnica también juega un papel esencial en la creación de esta atmósfera de tensión constante. La musicalización está muy bien lograda, especialmente en los momentos de mayor conflicto, cuando la música sube de tono y se vuelve más tensa, justo cuando la historia lo requiere. Este cambio en ritmo y volumen refleja lo que sienten los personajes, intensificando cada momento crítico.

Las luces refuerzan esa tensión. En su mayoría, el escenario se mantiene en sombras, amplificando la sensación de encierro. Pero cuando la tensión llega a su punto máximo, las luces cambian, enfocando y acentuando los momentos clave, dirigiendo la atención con precisión. La combinación de música y luces eleva la intensidad en los momentos más importantes, manteniendo siempre esa presión en el aire.

La conexión entre los personajes, sus vulnerabilidades y el proceso de autodescubrimiento se muestra de forma efectiva, no solo en el diálogo, sino también en la expresión corporal, que refleja el miedo y la transformación interna. La escenografía minimalista y la producción técnica, con música y luces bien pensadas, intensifican la tensión y mantienen a los personajes atrapados en una atmósfera de incertidumbre. «Con las manos atadas» no solo trata sobre el encierro físico, sino también sobre las batallas emocionales que surgen en situaciones extremas, dejando una reflexión sobre la libertad, la confianza y las conexiones humanas.

Categorías: Reseñas

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