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    Varas Otero

 

Confesiones de un campeón

 Junior es boxeador y se encuentra en prisión esperando su sentencia, mientras tanto narra su historia, una superación de vida con altibajos, dónde levantarse implicó todo un evento de resiliencia.

Con gran presencia escénica, Luciano Castro interpreta a este personaje quien supo ser una promesa, llegando a convertirse en campeón latinoamericano de este deporte que le transformó la vida. De modo que, su catarsis personal está enmarcada por los años de mayor popularidad y reconocimiento del boxeo en las décadas del 50 y 60.

El actor que tuvo sus inicios en la televisión, para esta apuesta teatral, se distancia de aquel tipo de actuación sin caer en una imagen estereotipada del boxeador, por lo cual, Castro sube su vara interpretativa y se enfrenta al público con gran soltura y precisión dentro del fisic tu rol que exige el personaje. Incluso, se perciben avances en su modulación a tal punto que se permite jugar con variaciones en la voz al rememorar a otros personajes. Audios de personajes a fines al deporte completan este juego de evocaciones.

Son abundantes los recuerdos por los que atraviesa este relato de carácter épico colmado de sombras que van golpeando los sueños de un joven de barrio, ingenuo y tenaz, como salido de un cuento de Fontanarrosa. Gratamente se percibe su disfrute y la entrega emocional para habitar las circunstancias por las que  Junior atraviesa.

La practicidad pareciera ser la clave de esta puesta en escena. Así, concreta y literal presenta el fondo cubierto por un telón pintado simulando una pared descascarada expresando la desolación del interior de la celda. Un marco justo para el juego de luces y una sorpresa final. Así mismo, la escenografía de Gonzalo Córdoba Estévez, está compuesta por una mesa, una banquito, un latón y un bolso, todo mantiene su uso habitual sin mayores riesgos poéticos. Sin embargo, ese ambiente desamparado, como detenido en el tiempo carente de esperanza, se equilibra con el diseño de iluminación ideado por Matías Sendón: el magenta arrima la ternura, el azul para enfrentar el vértigo, el ámbar recuerda ambientes familiares, y así con variantes de colores e intensidades, las luces crean el marco espacial, le dan aliento a los recuerdos expandiéndolos por el espacio escénico.

El boxeo como deporte asociado a la dureza, la resistencia y a un tipo de masculinidad que no se permite sensibilizarse, como lo expresa el personaje. En ese mundo hostil y crudo, Cielo, la hijita de Junior, orbita en sus anécdotas siendo su cable a tierra con la esperanza, un nocaut de ternura cada vez que la nombra o mismo cuando se la escucha en off.

Sin duda, es crucial la dirección comprometida de Mey Scápola logrando que Luciano Castro gane este combate, y en su primer unipersonal, demuestre una labor actoral satisfactoria que atrapa gratamente la atención de los espectadores.

 

Ficha:

Dirección: MEY SCÁPOLA

Actor: LUCIANO CASTRO

Género: drama épico

Categorías: Reseñas

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