El desconcierto, moneda corriente de la sociedad

Cuando la soledad nos agobia, cuando no sabemos qué hacer, cuando nuestro tiempo libre no es redituable, quizás nos “olvidemos de vivir”. ¿Qué nos hace falta para ser felices? ¿Cómo sacarle el máximo provecho a nuestra vida? No muchos pueden responder estos cuestionamientos. Lo cierto es que Esther cae en una encrucijada mortal al no encontrarle salida a su vida, a su espacio, a la acción.

Una escenografía simple pero con detalles muy interesantes permiten que la historia tenga incontables cuadros, muy entretenidos, llevados hasta el límite de lo absurdo e incluso terrorífico.

Por momentos la música genera una sensación de locura y tensión que permite a la actriz desplegar un impecable show de danza e improvisación. Desde el primer momento se dejan ver movimientos y acciones dignas de una persona fuera de sí, arrastrada por él ambiente. La ingenuidad y la simpleza con que la protagonista realiza cada acto están envueltas de un alto grado de emoción que permite al público concentrarse al máximo en la escena.

A sí mismo, el vestuario acorde a la escenografía deja un mensaje potente y chocante al iniciar la historia.

Este unipersonal de Bárbara Di Paola tiene la gran virtud de relacionar la música, el baile y la magia del clown en un solo espectáculo. A medida que avanza la trama; la intriga, el humor y el desconcierto pasan a ser características preponderantes de la obra.

La iluminación y los efectos de luz desde el escenario cobran mayor relevancia cuando la actriz representa los diferentes estadíos del ser humano, yendo y viniendo de un lado a otro de la sala.

Gracias a esta maravillosa muestra de arte, cabe la reflexión ¿vivimos para quedar bien con los demás o en favor propio? Esther nos muestra claramente lo difícil que es enfrentarse a uno mismo, sobre todo en varias situaciones donde queremos escapar de la realidad pero no sabemos dónde ir.

Ficha:

Autoría e interpretación: Bárbara di Paola
Dirección: Lila Monti