La bestia invisible

La bestia invisible

Ficha

  • Datos de funciones:

    Funciones Teatro “El Brío” (Alvarez Thomas 1582)
    Sábados 22hs

  • Prensa:

    Prensa: Nahuel Saa

 

Apología millenial

Término maldito si los hay, el del título. Hay una máxima de aquellas que día a día es más cierta por el mero paso del tiempo: hoy como nunca analizamos a la par nuestra vivencia. Esta autorreflexividad redunda en la abundancia de terminología en búsqueda de entendernos, en búsqueda de explicarnos, de darnos un sentido. Tal exuberancia sobra en descripciones vacías de cómo funciona nuestra generación, aquella que llega a la adultez en un mundo que se vuelve más críptico y no logra dar con nuestra raison d’etre. Es por ello que, como en repetidas instancias de la historia, es el arte la que pareciera acercarse más a una respuesta, sobre todo cuando son los propios afectados, los jóvenes, los que buscan dar con ella. La bestia invisible, una creación colectiva del propio elenco bajo la tutela de Nayla Pose en la dirección, ahonda en estos mares existenciales para producir un espectáculo fascinante.

El mismo, en lo visual, se vale principalmente de iluminación, composición cuidada de posiciones en cada cuadro y no más que meras sillas y lámparas. Así, una serie de testimonios de este colectivo devenido en individuos hilvana preciosos armazones de vistosa sencillez. Un protagonista parado, dos sentados, luz a la izquierda, contraluz posterior, este tipo de configuraciones hacen que cada soliloquio o declamación subrayen su veta reflexiva a la par de relatar anécdotas concretas: un sueño, un recuerdo, una vivencia infantil. Todos los personajes convergen en el mismo fin, el de indagar si en su relato está el sentido.

Hay una tesis sobrevolando la escena por la cual existe para nuestros anfitriones algún tipo de paralelismo entre su generación y la de nuestros abuelos. Así, una curiosa, pero claramente significante omisión de la etapa de nuestros padres nos hace saltar entre épocas de guerra, hambruna y persecución religiosa a las de la inocencia de los nacidos a fines del siglo XX. El texto no solo goza de estos viajes sin mucho más que texto sino de un ida y vuelta entre público, orador/a y el resto del elenco. Esta suerte de tricotomía no hace más que ayudarnos a reflexionar sobre lo dicho sin la necesidad de bajarnos una respuesta. El elenco no la tiene y es por ello que nosotros, el público, somos esenciales a la hora de construir el sentido a partir de sus propuestas.

Hay quizás una compleja metáfora que despierta mi atención, una ingenuidad tan deliciosa como el hecho que buena parte de la iluminación proviene de los celulares de los actores. Armand Mattelart, viejo sociólogo belga, decía que el conocimiento es como una luz que proyecta nuevas sombras cada vez que ilumina algo nuevo. Estos jóvenes (y muchos de nosotros, para el caso) queremos echar luz sobre lo que nos pasa, queremos entendernos, probablemente porque la oscuridad de no poder hacer es aquel monstruo fantasmagórico que más nos aterra. No sabemos si lejos atrás quedaron las grandes catástrofes que azotaron a nuestros abuelos, aquellas que para bien y para mal dotaron su vida de sentido. Solo nos queda la reflexión, salir por nuestros propios medios de la oscuridad mediante la reflexión. La bestia invisible es un ejemplo noble y claro de ello, un espectáculo ensayístico bello en el detalle y profundo en su complicidad con la platea para ser dotado de sentido. No hay arte sin reflexión, no hay manera de salir de esta obra sin satisfacción y la cabeza trabajando.

Ficha:

Actúan: Emmanuelle Cardon, Marian Vieyra, Julián Ponce Campos, Lucia Szlak, Florencia Halbide, Nahuel Saa, Paola Lusardi, German Leza, Loló Muñoz, Pipo Manzioni

Dirección: Nayla Pose

Categorías: Reseñas

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