La poética cotidianidad

Tres hermanos que hace años no se ven, se reúnen para vaciar y vender una casa situada en la costa, donde vivía su madre. El duelo y los secretos familiares son algunos de los aspectos que con gran honestidad y sensibilidad aparecen en “El placer”.

Con diálogos y situaciones cotidianas se va construyendo este drama que alberga momentos de humor. Eugenia (Sol Fernández López) , Luciano (Cristián Jensen) y Rocío (Juana Rozas) pertenecen a diferentes mundos, hace años que no se ven, ni se comunican. Lo que al comienzo parece una formalidad, como vaciar la casa, se va transformando poco a poco en un proceso de duelo mediante recuerdos y los objetos que hay en esa casa. Donde su madre decidió vivir alejada de ellos durante los últimos años. Hay una transformación de los hermanos al recordar algunos momentos vividos en esa costa, en la playa y el mar. Atmósfera que se percibe durante la obra. Sumado a esto, van apareciendo fragmentos de la vida de su madre que no se sabían. Todo esto aporta a la densidad y el peso de estos personajes. Además  aparece un vecino del barrio interpretado por Zoilo Garcés, que les ayuda a resolver cuestiones de la casa.

Las actuaciones son muy parejas y tienen el punto justo entre emotividad y frescura. Son personajes sólidos con una gran presencia escénica sin tener que hacer de más. La escenografía es uno de los puntos que completan la narración de la obra. Los personajes están dentro de la casa, por momentos afuera, hay ventanas, puertas, recortes de lo que se puede ver, escuchar, imaginar. El diseño sonoro refuerza el mundo propuesto, que remite a esa vieja casa en el mar, en un pueblo con perros que ladran.

“El placer” transporta al espectador a convivir con esos hermanos, con sus dramas, sus contradicciones y con su duelo.

Ficha:

Dirección: Jorge Iero.

Actuación: Sol Fernández López, Cristián Jensen, Juana Rozas y Zoilo Garcés.