Cuando el amor se termina

Una mujer ensaya minuciosamente una sonrisa, una mirada, un gesto. Lo repite. No se conforma; vuelve a intentar. Busca verse bien; mostrar que la dignidad es lo último que se pierde. Esta a punto de darle un cierre a una relación. Estuvo casada por mucho tiempo. En el estudio jurídico la esperan una abogada y su expareja. Intenta esconder lo que realmente siente. Sus emociones la desbordan, pero las contiene. Asiste a un acto civilizado; burocrático quizás. La formalidad de firmar unos papeles que ante la ley la desvincule de su pareja. Un trámite simple llevado a cabo de común acuerdo. Sin embargo, una separación es mucho más que eso. Es un proceso por el cual una persona va de la negación, a la desilusión, pasando por la ira, el reproche, el aislamiento; la incertidumbre de encontrarse a la deriva con retazos de proyectos que ya no se concretarán. Los recuerdos la golpean como viejas fotos que se impregnan en su cuerpo despojado; vacío. Mientras los objetos la interpelan, llevándola a lugares donde alguna vez se sintió feliz, lucha por reencontrarse consigo misma. En ese espacio que ya no comparte con nadie se enfrenta a la certeza de estar sola. Como si su expareja fuera un paréntesis en el tiempo intenta suprimir esa instancia y volver todo hacia atrás, al punto cero, pero los años pasan y volver a empezar la inquieta, la aterra; su mundo debe volver a reconstruirse. Ella lo amó. Él fue el amor de su vida. No tiene dudas de eso. Porque sabe que cuando se ama realmente se ama para siempre, por más que el amor se termine; tal vez sea esa es la única forma de amar.

La dirección y dramaturgia es de Cecilia Meijide, quien logra en un ambiente íntimo, austero, despojado, generar intensos climas aprovechando al máximo el talento de Vanesa Maja, la actriz, que protagoniza la historia. Se ve un trabajo impecable entre ambas. La palabra, el gesto, el cuerpo, la respiración de la actriz se conjugan en el texto de forma tal que quedan ligados de principio a fin. La interpretación de la actriz es destacable. No representa un personaje; se sumerge de lleno en el proceso y las circunstancias que le brinda la obra, y sencillamente se convierte en la protagonista. Con gran veracidad la emoción fluye conteniendo y a la vez desbordando el límite de cada palabra.

Una obra escrita, dirigida, y actuada con gran talento que por momentos nos hará reír, reflexionar y emocionar.