Los secretos de la sangre

El pez es el símbolo de la vida para el cristianismo; los primeros cristianos utilizaban dicho símbolo para marcar las tumbas de quienes murieran por la causa, y, según la religión, estuviesen gozando del cielo eterno. Allí yacían sus mártires, a los que no habrían de olvidar los que aún perteneciesen al plano terrenal.

Con esta simbología, arranca la obra donde un hombre recibe una señal milagrosa en un mundo casi destruido: un pez que misteriosamente cae del cielo; y ese guiño divino lo lleva a revisar su pasado, atravesando generaciones en busca de la verdad que lo absuelva. Cree que, en los escasos recuerdos de su padre, de su madre, de sus abuelos, están las respuestas que lo llevaron a ser quien es. Aunque las sagradas escrituras lo exhorten a cumplir con el señalamiento del hijo de Dios: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”.

La obra de Andrew Boell, escritor australiano, ganadora algunos premios y elogiada por el New York Times, es adaptada por Nicolás Dominici y Ariel Pérez Guzmán, respetando el texto y el contexto en la cual fue escrita. La propuesta escénica de Nicolás Dominici, quién también lleva a cabo la dirección, sumerge al espectador en ese mundo, por momentos opresivo, donde los personajes buscan desesperadamente saber una verdad que se les oculta. Aquellos secretos de familia se transforman en pequeñas y grandes grietas que rasgan los vínculos que lo unen a sus raíces; padres e hijos siendo víctimas y victimarios, crueles y abnegados, desolados y encadenados a un pasado que los condiciona, sin poder descubrir las verdaderas causas de su desdicha.

La puesta en escena está conformada por una escenografía excelentemente realizada que se vuelve atemporal, para que los personajes coexistan en tiempos diferentes, en un ámbito de paredes resquebrajadas y un aire de abandono que predomina en un espacio donde nadie pareciera querer estar. El diseño de luces no solo genera climas, sino que también propone imágenes muy fuertes a los ojos del espectador. La dirección de la obra es clara, precisa y minuciosa; el desplazamiento de los personajes, su entrecruzamiento y la conexión que se logra entre los intérpretes, en muchas de las escenas, hace que el público no abandone el hilo argumental de la historia. Las actuaciones, vale destacar, son muy parejas en cuanto a su nivel y compromiso escénico.

Ésta es, sin dudas, una propuesta sumamente interesante dentro de la cartelera teatral que le permitirá al espectador conmoverse y, a la vez, reflexionar sobre los vínculos familiares y aquellos secretos que, quizás, lo aten al pasado.

 

Ficha:

Intérpretes: Pablo Mónaco, Bruno Pedicone, Isabel Noya, Denis Rego, Christian Alladio,

Mariano Ulanovsky, Tiki Lovera, Maria Sol Fassi y Ulises Pafundi.

Dirección: Nicolás Dominici

Género: Drama