El viejo dilema de la muerte

Con  una compleja y original puesta en escena, lejos de cualquier vulgaridad, se presenta esta alocada historia llena de fantasía y realidad al mismo tiempo. La obra se desarrolla a raíz del diálogo entre dos hombres que no sabemos quiénes son ni de donde provienen. Lo importante y atrapante es el contexto visual y sonoro que producen las primeras impresiones en el público. Gracias a una arriesgada y movediza escenografía, el foco de atención se centra más de lo común en la escena y sus movimientos. Los actores se ven totalmente compenetrados y adaptados al espacio-tiempo y cada movimiento está totalmente articulado con el diálogo. Una obra de estas características requiere un riguroso entrenamiento corporal y artístico donde generalmente se elige entre una correcta oratoria o un riguroso acting; la dirección de George Lewis complementa las dos cualidades a la perfección.

La música y la iluminación generan que hasta los cuadros más silenciosos, donde la obra parece que no dice nada, también sean disfrutados por la afición. El prototipo desarrollado por la producción implica una determinada cercanía entre los dos protagonistas. Uno que posee conocimiento y tiene sus herramientas y el otro que va en busca de su ayuda en un contexto tridimensional o extra planetario si se quiere. La versatilidad es un rasgo característico de la escena. Todo se mueve, todo cambia y todo fluye. La conversación entre estos dos seres es el núcleo de esta trama cómica, dramática y atractiva. Los actores muestran una capacidad especial para llevarla a cabo por sus marcados dotes artísticos y profesionales. Cada uno se ocupa de entretener al público y al mismo tiempo se fusiona con la cualidad del otro. Si queremos averiguar cuál es la mejor respuesta a “Una buena preguntita banal” seguramente tendremos que reflexionar en primer lugar acerca de la muerte para luego poder comprender la vida.

Ficha:

Actuación: Federico Falasco y Diego De Paula

Dirección: George Lewis