Emociones que desbordan

Las emociones emergen desde la primera estrofa de lo que serán una serie de cantos y monólogos desgarradores. Visualizamos por primera vez a Turba, la topadora de corazones,  su temple implacable y la fuerza de su voz se condicen con la destreza física puesta a prueba en numerosas ocasiones. El trabajo sexual esclavizado es una gran problemática que sigue vigente, y de la cual es víctima tanto nuestra protagonista, así como también su hija Plomito.

Erguida, con sus dos trenzas siguiendo cada uno de sus movimientos y mostrando sus dientes afilados con odio, Iride Mockert se hace cargo de este unipersonal y representa las vivencias de miles de mujeres alrededor del mundo. Las lágrimas de la audiencia brotan con cada palabra que se menciona. Al aparecer su peluca rosa somos testigos de una metamorfosis. Su voz varía pero el sufrimiento es el mismo.

Dentro del escenario se encuentra una habitación y otro pequeño escenario en el cual por momentos, un par de boleadoras, simbolizando parte del aparato reproductor masculino, cortan el aire insaciablemente con bronca, con sed de venganza, sed que es esparcida por el aire y que ingresa en todos los pulmones de la sala que comienzan a retenerlo por el tiempo que dure el sapucai.

En otros momentos el keytar toma protagonismo acompañado por una melodiosa voz, y al compás de una cumbia nos aliviana un poco la historia. Esta mezcla entre comedia y drama es bien balanceada y permite la proliferación de reflexiones. Reflexiones acerca del sistema patriarcal que avala esta práctica, reflexiones sobre las motivaciones de estos hombres, reflexiones sobre sus conciencias y como estás les permiten tratar a otro ser humano de forma tan aberrante, reflexiones sobre cómo se puede evitar… reflexiones.

La obra dirigida por Alejandra Flechner y basada en el texto de Laura Sbdar se presenta por segunda vez con la certeza de ser inolvidable.

 

Ficha:

 

Interpretada por Iride Mockert
Dirigida por Alejandra Flechner