Todo tendría sentido si no existiera la muerte

Todo tendría sentido si no existiera la muerte

Ficha

  • Datos de funciones:

    Todos los jueves, viernes y sábados hasta el 17 de marzo | 20hs
    Sábado 17 de febrero no hay función
    Sala Batato Barea- Av. Corrientes 2038

  • Prensa:

    Prensa: Rojas

 

Deseos finales

Morir es cosa seria, pero hay gente talentosa (y valiente) que sobre el escenario se da a la tarea de arrancar sonrisas y carcajadas a la vez que nos hace reflexionar. Y son muchas las cosas de las que se puede hablar en este caso: del sentido de nuestra vida una vez que nos acercamos rápidamente a la muerte, de lo que le sucede a quién padece el síndrome de Don Juan, de la inquietud adolescente por el sexo, las relaciones familiares, el aborto, la agonía, y puedo seguir sobre muchas cosas más; pero el punto es: no vamos a ir a ver una obra pasatista. Esas tres horas nos dejarán muchas meditaciones y, tal vez, angustias.

En un pueblo pequeño la maestra María (Lorena Vega), separada y madre de Guillermina (Juana Rozas), se entera que padece una enfermedad posiblemente incurable. Esa noticia desencadena en ella la pregunta sobre qué sentido tuvo ‘su’ vida, y si había sido capaz de ‘vivir’ la vida de alguna forma satisfactoria; si es que existe alguna.

Evadiendo su respuesta (para saberlo tendrán que ir a ver la obra) ella empezó a delinear un último deseo, una última tarea, una idea irracional e insólita para ese pueblo del interior del país en la década del 80: grabar una película pornográfica con el gran Gino Potente (Agustin Ritano)

Es así como la historia de Mariano Tenconi Blanco nos va mostrando el recorrido de los personajes ante este evento. En medio de esto van surgiendo inesperadas relaciones, muchas de las cuales, nos toman por sorpresa.

Los actores son grandes y convincentes intérpretes del dolor, la angustia y la impotencia que aparecen cuando la muerte ronda un hogar. Pero por el otro lado, pueden dar lugar a instantes chistoso para romper la espesura del ambiente. La relación entre Norita y María, es llevada al escenario con una frescura que ayuda a romper muchas veces los momentos de tensión. Ellas nos muestran las charlas simples, las conversaciones superpuestas los enojos que al otro día se olvidan. En resumen, en el escenario hay una familia. Una química difícil de logra y admirable para observar.

Por su parte, luego de su ‘espectacular’ aparición, Gino, esparce todo lo que podemos esperar de una superestrella pornográfica. Es acá donde el personaje es actuado de una forma que nos deja ver su desmesura, su ambivalencia, dudas, miedos y miserias. Agustín Ritano nos da un personaje querible y despreciable al mismo tiempo.

Pero nada de esto hubiera sido posible sin la aparición y aporte a la causa de Liliana (Maruja Bustamante). Nuestra rockera, descarnada y luchadora propietaria de un videoclub. Es ella quién tiene las tareas difíciles a la hora de hablar con los otros personajes, ponerlos en su lugar y hacer que muchas cosas funcionen y funciona, el plan avanza. Maruja lleva adelante la composición de un personaje reflexivo, pero no alejado de la vida y a su vez vital. Un personaje que nos puede convencer a nosotros incluso. Porque existen en la realidad.

Pero además del mundo de los ‘adultos’ podemos ver a Guillermina (Juana Rozas) y, avanzada la obra, a su novio (Bruno Giganti), que nos va a hacer recordar, a pesar de los años. Alguna de las preguntas que hemos hecho, o inquietudes que hemos tenido, a nuestros padres. Con el mismo tono con que Juana lo hace. El mundo de la inocencia no es ajeno y gracias a ella no queda descolocado.

 

Además de las muy buenas actuaciones también el escenario es convincente. Aún podemos seguir viendo esa utilería los que somos del interior. Cuándo volvemos a nuestros pagos todavía están ahí. Muebles de madera bajos, empapelados de las paredes, y esas mesas cuadradas en el medio del living; y por supuesto el vestuario, los rulos y la vestimenta típica que aún sobreviven en las fotos.

Una persona agónica podría parafrasear al Quiroga de Borges y decir “Ir en coche a la muerte ¡Qué cosa más oronda!”. Pero es mentira, no tiene nada de hueco, estar yendo a la muerte. Y “Todo tendría sentido si no existiera la muerte” lo demuestra claramente, porque, aunque es una obra donde la idea ronda por el aire. La trama está inundada del afán por vivir. De la ambición por retener la vida. Por eso verla será un buen recordatorio: tratemos de que la vida tenga sentido, porque existe la muerte. Aunque puede ser que sea verdad: Todo tendría sentido si no existiera la muerte.

Ficha:

Con: Lorena Vega, Maruja Bustamante, Andrea Nussembaum, Juana Rozas, Bruno Giganti y Agustín Rittano

Categorías: Reseñas

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