Reikiavik

Reikiavik

Ficha

  • Datos de funciones:

    Funciones: Viernes 9 de Marzo
    a las 20,30 hs

 

La realidad de lo imaginario

Una división muy difundida en nuestra sociedad sugiere que existen actividades creativas y otras que no. El Ajedrez, junto, por ejemplo, con las matemática y la programación ha sido desterrado al terreno de los ‘inteligentes’ y no de los ‘creativos’. Y pareciera que en ellas no hay pasión, lucha, esfuerzo y creación bella e inmortal. Reikiavik nos va a ayudar a derrumbar algunas de esas injustas adjetivaciones.

La obra dirigida por Enrique Dacal hace referencia al mundial de 1972 que tuvo como sede la capital de Islandia: Reikiavik. Los dos contendientes en la cita fueron el legendario estadounidense Robert James (“Bobby”) Fischer y el soviético Boris Spassky. En el clímax de la guerra fría un ajedrecista soviético y uno estadounidense se veían frente a frente en un encuentro de escala planetaria. El mundo se paralizó. Y la obra nos lo deja claro.

Julio Ordano (Spassky) y Julian Howard (Fisher) nos dejan bien en claro el mundo en el cual nos encontramos. Ya podemos ver que el partido de ajedrez a disputar no es sólo una final del mundo Dos Estados están vinculados en demostrar que ese partido, dónde sólo uno puede ganar, es la demostración de la superioridad de uno sobre otro. Los miedos ante el poder, los silencios, los espías y las vanidades están presentes en el texto y también en los gestos de ambos actores que nos transmiten el miedo que habrá sentido Spassky o la neurosis de Fisher en aquel entonces.

Pero, donde más podemos ver toda la genialidad y el fuste de los actores es en la representación de los personajes.

Por un lado Spassky. Aplomado, tranquilo y cotidiano. Una persona corriente. Además de jugar al ajedrez le interesa descansar, y pasar el tiempo con su mujer. Sin embargo, como buen soviético le teme a los integrantes del Comité del Partido Comunista. Y Ordano nos lo hace saber. El miedo, los silencios incómodos, y la gestualidad del terror están ahí. Para que nosotros sintamos el peligro de caer en desgracia en el mundo de la URSS.

Por el otro Fisher. Neurótico, incapaz de socializar, antisemita, avaro, sólo interesado por el dinero. Siempre llegando tarde a los encuentros y tratando de desestabilizar emocionalmente al adversario mientras sus manos se mueven nerviosamente en la representación de Howard.

Mientras Fisher y Spassky representan la partida que los llevó a la inmortalidad hay un tercer personaje. Un alumno extraviado en su camino al colegio. Un chico ‘nerd’ se aparece frente ambos contendientes para observar qué está sucediendo. Queda inquieto y cautivado por lo que sucede. Nicolás Martuccio es el encargado de llevar a la vida a este alumno ‘distinto’ que tal vez tenga algo más por hacer en ese lugar imaginario además de observar.

Ambientado con una mesa y un tablero de ajedrez, el cuál no tiene las fichas reales (Pero me parece que sumaría), en el piso negro hay un rectángulo blanco como metáfora de otro tablero mayor, más amplio. Quizá los propios contenientes sean las piezas de otro tablero, qué es la vida, o tal vez sean piezas de un juego imaginario.

La política, la guerra fría, la genialidad, la locura, las identidades, el arte en 64 casilleros, la vanidad, lo absurdo, los legados y herencias. Todo esto se amalgama en una obra que nos recuerda que “El Ajedrez es como la vida” (Spassky); o tal vez estemos equivocados y Fisher tenga razón cuando dice: “El Ajedrez es la Vida”

Ficha:

AUTOR: JUAN MAYORGA
Actuación: JULIO ORDANO, JULIAN HOWARD, NICOLAS MARTUCCIO

Categorías: Reseñas

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