La tensa calma

Un Cura, el Padre Pedro y Dante, su monaguillo llevan adelante esta obra, que indaga sobre la violencia de género, la hipocresía y el doble discurso de la Iglesia.

La acción se sitúa en un pequeño pueblo, Dante es un joven sencillo y pueblerino, que tiene como referente al Padre Pedro. Al comienzo de la obra esta relación entre un mentor y su discípulo genera momentos cómicos por la torpeza del discípulo ya que este parece ser “más papista que el Papa”.

Pero luego, ese tono relajado y liviano, cambia por completo. Frente a los conflictos que se van sucediendo, estos personajes se embarcan en una lucha donde queda en evidencia las miserias de cada uno de ellos. Ambos se van intercambiando un lugar de poder, donde desde allí se puede someter al otro y a los demás. La tensión va creciendo todo el tiempo, también en los silencios, en las pausas, las miradas.

La escenografía es un ring de boxeo, pero con elementos y objetos que pueden encontrarse en una iglesia. En un rincón el Padre Pedro, en el otro Dante y en el medio la violencia institucional de la Iglesia y el matrimonio, en fin la violencia del patriarcado que no distingue de géneros ni de clases sociales.

La confesión es un rito que se repite en la obra, una forma de limpiar la consciencia rápida y eficazmente, como si las atrocidades realizadas fueran subsanados por ello. Un acto automático donde la reflexión no importa.

Lo interesante de estos personajes es su complejidad, no hay un “bueno” y un “malo” ambos presentan contradicciones y conflictos propios, su humanidad se deja ver pese a la violencia en la que están sumergidos. Las actuaciones de Ricardo Torre (Dante) y Jorge Fernández Román (Padre Pedro) son sencillamente espectaculares. Realizando un trabajo que va de menor a mayor, expresando una tensión que por momentos se contiene y por otros explota.

Una obra intensa, viva, que nos interpela con su discurso y nos abre preguntas.

 

Ficha

Actúan: Jorge Fernández Román, Ricardo Torre

Dirección: Matías Gómez