El verdadero lugar de la mujer

En una edición plagada de cine argentino, uno de los homenajes lo constituye el realizado a María Luisa Bemberg. La autora nacida en Buenos Aires en 1922, fue directora, guionista y una reivindicadora del rol de la mujer, durante los años posteriores a la dictadura.

Como si la infidelidad fuera algo que sólo atañe a la mujer, y como si las miradas del mundo masculino se reposaran en ello para reconocer el más aberrante de los hechos en el que ellos (los hombres), nunca incurrieron. Desde tiempos inmemoriales y hasta hoy en día, la mujer es castigada por ser libre. La hipocresía patriarcal impregnada en el corazón de nuestra sociedad, fastidia hasta el hartazgo en lo acontecido a la libremente elegida función de la femeneidad.

Los personajes de Bemberg, que tanto se parecen a los mismos que encontramos en la realidad, por no caracterizarse por tener un objetivo determinante para sus vidas, por el sólo hecho de que sus personajes son emocionalmente víctimas de un mundo tan idéntico al que pertenecemos. Sufren, maduran y no maduran, aman y son conscientes del lugar en el que viven. El hombre manipula y amenaza, ordena y dirime, la fiesta organizada a partir de su modo de concepción y pensamiento. El estigma patriarcal recorre todos los rincones del universo Bembergiano.

Por el alto precio de pertenecer al estrato de un alta/media burguesía, el personaje compuesto por Graciela Dufau, se revela a sus condiciones de existencia, con la autonomía física y psicológica de liberar a la mujer que realmente es. Y ya instalada con su amante devenido en pareja

(en la reticente Mar del Plata que permite nostalgizarse por medio de la texturación del 35mm), la mujer independiente y llena de convicciones, responde con un largo silencio la pregunta que le hace Milgue Ángel Solá, acerca de tener hijos o casarse.

Ella propone ir a ver al cine una película que los haga reflexionar, él, molesto, encerrado en el ego de ver una película que lo saque a pasear el cerebero, maltrata con su respuesta mientras maneja, en el naturalizado corresponder masculino sobre la mujer, como quien impone su vacío y perverso juego de la dominación de un sexo por sobre el otro. La película empezada hace cuarenta minutos se reemplaza (como siempre en la primera instancia realizada por el hombre), por medio del vamos al casino o a tomar algo, a lo que la conciencia responsable responde: -pero si recién tomamos el té-. La negación a la separación por parte del caprichoso macho, condensa un clímax imperdible.

Una joya indescriptible e invaluada de nuestro auspicioso legado cinematográfico.

 

Ficha Técnica:  

Guión: María Luisa Bemberg y Marcelo Pichon Rivière

Dirección: María Luisa Bemberg