Un ritual frustrado

La forma estridente en que Christian Inglize nos introduce a la obra es seductora, ya que nos instala en un drama sin precedentes, donde vemos al mismo director de la obra personificando en tacones altos a la señora Berta, una mujer de ostentosa vida, interminable closet y mal carácter.

La trama, que se sitúa a finales de los setenta, nos arrastra a las épocas grises de la Argentina, días donde reinaban las castas sociales y desigualdades. Sin embargo es gracias a Lía Viñao (Lidia) y María de Pablo (Teresa) -quienes interpretan a un par de hermanas que trabajan como criadas- que el argumento va cobrando vigor.

Son ellas, un par de sirvientas delgadas y pálidas que a través de una fuerte actuación mezclan lo real con lo ficticio e inician su juego –que no es más que un simbólico ritual- en donde intercambian los papeles y una finge ser La señora, mientras que Teresa hace de Lidia. Lo que inicia como un intenso intercambio de crueles verdades y comentarios despectivos entre ambas, siendo un espejo una de la otra, termina en un desbordamiento de emociones donde el odio y el amor a su señora se unen hasta llegar al asesinato ficticio de su patrona.

La oscuridad y luces cenitales se integran al sólido guion adaptado por Inglize. Cada diálogo es tan poderoso como cada silencio. Por una parte los espectadores podemos ver la concepción paternal de la vigorosa señora Berta con respecto a sus sirvientas y en paralelo la perspectiva miserable de ambas, quienes sumergidas en su mundo de imposibilidades no logran escapar de su realidad ni reunir el valor para matar a su dominadora.

Una presentación escénica impecable por parte de los artistas, en compañía de un lúgubre y elegante escenario es la combinación perfecta de esta subjetiva obra que resulta ser un espejo de nosotros mismos, de la sociedad en la que vivimos y de las relaciones de sumisión y poder.

Ficha:

Elenco: María de Pablo, Lía Viñao y Christian Inglize

Dramaturgia y Dirección: Christian Inglize