Mientras haya vida, lo roto puede arreglarse y lo que duele puede curarse

Dan sala y los asistentes van charlando hasta que ingresan y la escenografía los obliga a llegar a sus asientos de manera silenciosa, o “con respeto”.
Cuando un ser querido muere, nuestro mundo se detiene por un instante. Ese instante en el que reflexionamos sobre nuestras vidas, sobre la vida de los demás, sobre el sentido de la vida en sí. Y cuando nos queremos dar cuenta, ya pasó un año del acontecimiento, o dos, o tres…
Van 20 años, y Julia no puede desprenderse de su padre Honorio. Año tras año, lleva consigo a sus hermanos Aldo y Manuel al cementerio para festejar el cumpleaños de su progenitor.
¿Quién era? ¿Lo conocemos? ¿Lo recordamos? ¿Lo queremos? ¿Tiene sentido seguir viniendo? ¿Se enterará de nuestra presencia año tras año? ¿Se enojará si dejamos de venir? Éstas y otras preguntas invaden el espacio escénico, invitando a la pausa, a la reflexión.
La muerte y las posturas hacia la misma. El partir. Las creencias sobre lo que pasa cuando el corazón deja de latir.
Un poco de humor negro aparece en el guión para que el público pueda soltar algunas carcajadas durante la función. Un equilibrio bien logrado entre la comedia y el drama dentro de esta pieza.
Sin lugar a dudas, la escenografía se lleva una ovación de aplausos por su complejidad, su realismo y un truco que, junto con la iluminación, van a llevar al espectador hacia otra dimensión.
Las actuaciones fueron muy parejas, pero cabe destacar la labor de Victoria Raposo, quien con su organicidad escénica y su destreza para abordar diferentes emociones, se robó algunas lágrimas de la platea.

FICHA

ACTÚAN: Victoria Raposo, Carlos Cerletti, Juan Games, Santiago Vicchi y Mario Sala.
FOTO: Lucas Engel
VESTUARIO: Luciana Gemelli
DISEÑO GRÁFICO: Bruno Campos
DISEÑO Y REALIZACIÓN ESCENOGRÁFICA: Mario Sala
MÚSICA: Carlos, Julieta y Lucas Bolo.
PRENSA: Duche & Zárate
ASISTENCIA DE DIRECCIÓN: Cecilia Gemelli
TEXTO Y DIRECCIÓN: Carolina André y Mario Sala.