Lo que las diferencias tienen en común

María Marull y Agustín Daulte, encarnando a una histriónica empleada de inmobiliaria y a un adolescente sin entusiasmo, llevan al público a enternecerse con los dos micromundos que presentan y a reír con las ocurrencias y reflexiones de la vida cotidiana que van emergiendo.

La escena muestra un pequeño piso, mal equipado donde un pobre chico intenta dormir, o estudiar, o sólo pasar el rato mientras su padre no está. De repente es sorprendido por una mujer que también se sorprende de que los inquilinos todavía no se hayan ido. A partir de allí se despliega un diálogo entre polos opuestos, que muchas veces termina siendo un monólogo de la empleada con grandes aspiraciones que no es seguida por el inquilino, que está en el umbral de ser un ocupa.

No es el único umbral de vulnerabilidad en el que el chico se encuentra, ya que según logra articular, si no entrega un trabajo práctico al día siguiente, repetiría de nuevo el año. Esta revelación hace que la empleada se comprometa a ayudarlo mientras queda en un limbo con su jefe y los futuros nuevos inquilinos.

Con un vestuario apropiado, la musicalización escueta (la del tono del celular) pero oportuna, un lenguaje que deja al descubierto las mezquindades de las estructuras sociales y las contradicciones de lo que se entiende por educación, es una obra graciosa y emotiva para presenciar con toda la familia.

Se preguntarán a esta altura por qué “Hidalgo”… es que el título de esta obra es justamente el tema del trabajo que el adolescente debe presentarle a su profesora y que, casi sin contar con información respecto de quién fuera Hidalgo, entre ambos inventan una vida heroica de un poeta muerto, quizás en la que se reflejan.

Caracterizaciones muy bien logradas y un final para recordar le ponen una distinción a esta obra sobre los tiempos que corren.

 

Ficha:

Actúan: Agustín Daulte y Paula Marull

Dramaturgia y dirección: María Marull