Encierros (2×2+1)

Encierros (2×2+1)

Ficha

  • Datos de funciones:

    Información sobre funciones, en la cartelera

  • Prensa:

    Carolina Alfonso

 

Cuando el aislamiento está en uno mismo.

En épocas donde la pandemia pareciera alejarse un poco, lo suficiente para dar esa ilusión de lejanía anhelada durante tantos meses, reaparece esta obra que sin querer o queriendo habla del encierro, pero no solamente el físico, también el mental, el espiritual, el propio y el colectivo. “Encierros” está integrada por tres piezas breves (las dos primeras son monólogos), que de manera independiente narran distintas situaciones donde la reclusión –en cualquiera de sus formas- es el eje.

En “Hurlingham”  se presenta la relación entre una hija y una madre, a quien están ingresando a un geriátrico, enfrentándola con el vacío y el abandono que le produce esta situación, y que rememora en carne propia su hija, al asociarlo con su propio abandono de niña, al ser internada como pupila en una escuela. Las vueltas de la vida –o la ironía del destino- cambian los roles en este encuentro/desencuentro de amor filial, donde la reclusión termina por delinear los vínculos, y el “adentro” se convierte en un cautiverio impuesto por los propios seres más queridos.

“Nada entre los dientes” lleva a un espacio apocalíptico en la que un hombre sumergido irreversiblemente en el mundo digital, genera una realidad cotidiana confusa, donde no se distingue ya lo real de lo virtual. El “afuera” se torna incierto, riesgoso y sumamente peligroso. El “adentro”, a pesar de lo monótono y rutinario, otorga cierta seguridad. La paranoia se apodera de este ser que, ahora desquiciado, se refugia en su espacio interior, exiliándose de la vida misma.

“Le privé” refleja la necesidad de conquista compulsiva, la adrenalina de lo prohibido, de lo clandestino, la búsqueda de nuevos placeres. Salir de lo seguro y rutinario, para zambullirse en un mundo de atracciones y seducciones, que conlleva un desenlace pernicioso pero inevitable. Toda satisfacción tiene su precio, y a veces se paga más de lo previsto.

En “Encierros” Susana Torres Molina –su autora y directora- entrelaza, conecta e integra estos tres universos de manera magistral, llevando al espectador a que experimente la risa, la emoción y la reflexión, de manera alterna y constante. Es que estas historias precisamente interpelan al público con angustias, miedos, deseos, fantasías, vulnerabilidades, ansiedades… que le son propias, que le pertenecen, y que lo movilizan inevitablemente.

Para esta encomiable tarea, Torres Molina cuenta con el trabajo maravilloso de dos actores de lujo que, de manera individual y luego conjuntamente, generan un contrapunto ideal en este duelo dramático. Ellos son Silvia Dietrich y Emiliano Díaz; ambos se apoderan del texto y le brindan su potencial actoral a cada frase, a cada palabra, a cada gesto, dotándolos ni más ni menos que de verdad.

La poética del texto se apoya en la poética de la puesta. El dispositivo escénico se circunscribe a un cuadrado iluminado que delimita el adentro del afuera, a cargo de Lucía Giacobbe. Con muy pocos elementos (a saber una mesita con frascos de píldoras) y una silla, -sumados a algún accesorio del vestuario de los personajes- son suficientes para contar de manera simbólica lo que sucede. La música de Carmen Baliero le da una continuidad al relato y posibilita el cambio de climas, que se completa con los nexos poéticos de María Mascheroni, en las voces en off de Santiago Schefer y Susana Torres Molina.

En concordancia con la realidad contemporánea que envuelve e incluso a veces asfixia, “Encierros” invita a darle una mirada a las distintas prisiones o reclusiones con las que el hombre actual se enfrenta a diario. Y quizás, por qué no, esto “encierre” una posibilidad ilusoria o real de liberación.  Imperdible

 

Ficha:

Actúan: Silvia Dietrich y Emiliano Díaz

Dirección: Susana Torres Molina

Categorías: Reseñas

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