Poder decir adiós es crecer

Nuestra vida se encuentra marcada por momentos y personas únicos. Tiempos en los que abunda la felicidad y sueños por cumplirse.

Con el pasar del tiempo, los momentos y personas comienzan a irse, poniendo en duda todo lo demás. Dar vuelta a la página es el desafío más difícil de afrontar.

El último espectador muestra la vida de un artista glorioso. Ya retirado, contempla su vida y se encuentra detenido en el pasado. Tendrá que tomar la decisión de seguir adelante. O aferrarse a vivir en los viejos tiempos.

Con dramaturgia y dirección de Andrés Binetti, el último espectador no se trata solo de un espectáculo hermoso, sino de un regalo y caricia al alma de los espectadores. Un texto único, sensible, llevado a escena con total perfección.

Si algo le faltaba a esta obra maestra, es un actor de calidad como Manuel Vicente, siendo el protagonista. Una y otra vez nos transporta al pasado, haciéndonos volver al presente y recordar con cariño todo lo hermoso de la vida, reflexionando también sobre los momentos dolorosos.

La escenografía a cargo de Alejandro Mateo, nos adentra en un bar a metros del mar donde un hombre reflexiona sobre su vida. Durante una hora contemplamos como espectadores y “clientes” de ese viejo y cálido bar al viejo director.

El vestuario también a cargo de Mateo, habla mucho del personaje, que sin que él diga nada, ya nos dice quién es y nos comienza a contar su historia

Francisco Varela en el diseño de iluminación logra una combinación de luces maravillosa, transformando la sala en un pequeño rincón donde nos refugiamos para contemplar aquello que anhelamos.

Un hermoso espectáculo independiente para cualquier espectador y cualquier artista, único e irrepetible, en el teatro que es casa de todos, ni más ni menos que el teatro del pueblo.

Ficha:   

Dramaturgia y dirección de Andrés Binetti
Con la actuación de Manuel Vicente