En la cancha se ven los pingos

En un patio florido se divisan cuatro hermanos entre las plantas. Cada uno, ensimismado, orejea a su par sin querer evidenciar el peso de la palabra ajena en ellos. Entre hojas verdes asoman los conflictos no resueltos de una familia que no logra procesar sus conflictos. Se trata de una comedia dramática de Carlos Gorostiza, oportunamente titulado El patio de atrás.

Allí donde se entierran los conflictos, estos cuatros hermanos, ya adultos, comienzan a insinuar los traumas no procesados: un hermano rebelde, una madre que no sobrevivió un quinto parto, un padre rencoroso, entre otros. El verdadero protagonista es el diálogo, un continuo de equívocos, encuentros y desencuentros de estos personajes, que transitan de la risa a la angustia como quien ahoga sus sentimientos no elaborados de incomodidad.

Un elemento central es el afuera: campanadas, música, el timbre, todos elementos que interrumpen el trance de esta familia, solo para ser llamados a su realidad interna, frágil e incómoda pero mucho menos amenazante que el más allá. El patio se vuelve entonces una prisión acogedora, que funciona en la medida en que sus reos no la advierten como tal.

El condimento costumbrista sella el relato. Distintos signos de época ubican a la historia en los años particulares que iniciaron la década del noventa. Se advierten los cambios venideros de un período altisonante de la historia argentina reciente, y los hermanos dan pauta de tratar de interpretarlos como pueden, entre la frustración del pasado siempre mejor y la incertidumbre reinante.

Entre las costumbres y la fatiga, el ahogo y la agorafobia, este relato mínimo pero potente teje la complejidad de relaciones quebradas y exhibe en cada intercambio una inmensidad de emociones palpables. Una pieza para afinar el oído y saber leer entre líneas, tanto lo que se dice como todo lo que flota en el aire de aquel perfumado patio.

Ficha:

Actuación: Rosana López, Ana Pasulevicius, Gustavo Reverdito, Miguel Ángel Villar

Dirección: Natacha Delgado