El almacén del fin del mundo

El almacén del fin del mundo

Ficha

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Un refugio para la esperanza y el amor

Plena pandemia. La gente aislada del mundo, rehenes en sus propias casas, imposibilitados de todo intercambio humano ante el avance de un virus letal del que poco se conoce. Incertidumbre, miedo y paranoia inundan la vida. Los medios de comunicación –y las redes- no descansan: reproducen exponencialmente expresiones, opiniones, informaciones (o desinformaciones) que no hacen más que aumentar el estado de pánico generalizado que ya no distingue sexo, clase social ni edad. Todo se ha transformado en un sin fin de protocolos que habitan cada rincón de la cotidianeidad. Nada queda ajeno a ellos.

En medio de este momento apocalíptico una pareja descubre en un restaurant una suerte de bunker donde puede llevar a cabo sus encuentros clandestinos, un refugio donde puede concretar aquello vedado por las máximas autoridades, un reducto donde pueden estar juntos compartiendo el mismo espacio, sin mediatización tecnológica, cara a cara, claro que bajo la intimidante y estricta mirada del mozo, que no deja pasar por alto ni el más mínimo protocolo para resguardar la propagación del virus. La búsqueda de un instante de intimidad se hace imposible ante tal vigilancia permanente, pero el placer del poder vincularse presencialmente con el otro hace que estos momentos se repitan, mientras afuera todo se torna cada vez más aterrador.

“El almacén del fin del mundo” es una interesantísima obra escrita y dirigida por Martín Henderson, quien refleja de manera cruda e impactante el espantoso instante donde el mundo se detuvo. En ese restaurant (luego almacén) dos seres que buscan escaparle al aislamiento social, esquivando restricciones para poder sentirse vivos. Algo que ante la mirada del espectador actual parecen recuerdos muy lejanos aunque tristemente están a la vuelta de la esquina.

Henderson tomó este sentir colectivo para transformarlo en una formidable propuesta artística donde la risa, la emoción y la reflexión se apoderan del público de comienzo a fin. En un universo distópico donde la libertad está coartada por el virus, el amor se abre paso como mensaje esperanzador.

Excelente trabajo del trío actoral que da vida a estos personajes. Ellos son el propio Henderson (quien compone al estricto mozo), Leonardo Saggese (el hombre: enamorado e inseguro) y Dolores Ocampo (la mujer: bella, seductora e impulsiva). Un lujo de actores que despliegan talento y gracia en los tres actos en los que se divide la pieza.

La puesta presenta un cuadro coreográfico (dirigido por Diego Bros) muy atractivo, además de un par de canciones hermosas que emocionan hasta las lágrimas, interpretados por la cautivante y talentosa Ocampo, con música de Clement Silly, Florencia Pieto y Carlos Brites, quien también es responsable de los arreglos. Un verdadero placer para los oídos.

La propuesta escenográfica (a cargo de Christian Gadea y el mismo Henderson), continúa la estética apocalíptica, donde aparecen algunos elementos “reciclados” (la puerta/mesa, butaca/silla de espera, barra móvil, etc.) de su anterior vida pre pandémica. Se destaca la mesa como punto de encuentro -rodeado por unos espacios convertidos aleatoriamente en “sala de espera”, “pista de baile”, “escenario” y “orquesta”-, así como también la cabina sanitizante, por donde pasan los personajes obligatoriamente cuando llegan del exterior.

Con respecto al vestuario (diseñado y realizado por Julio César Fernández y Matías Begni), sobresaltan las características de cada uno y van adaptándose a los cambios de los personajes tras el paso del tiempo. Desde el delantal multibolsillo del mozo, los trajes clásicos del hombre, y los distintos atuendos de la mujer, de color brillantes y llamativos, al igual que su maquillaje.

En esta historia donde pasa de todo con la urgencia y vertiginosidad de un final general inminente, las luces (del mismo Gadea) cubren un rol fundamental, potenciando la tensión, el pánico, el romanticismo, la seducción y la comicidad que tiñen la acción dramática. Al igual que la música, narran por sí mismas los diferentes climas que van emergiendo a través de la interacción de sus protagonistas.

“El almacén del fin del mundo” es una atrapante propuesta que invita a transitar un recorrido de emociones y sensaciones muy conocidas, dolorosas por lo cercanas. Con personajes ficticios pero a su vez reales, que solo buscan aferrarse mutuamente para poder sobrevivir en una pandemia inesperada e inverosímil que arrasa con todo lo que se cruza.

Poblado de notas de humor –elemento absolutamente necesario para atravesar un cuadro tan oscuro y desalentador- pero con la ilusión mágica y esperanzadora de que todavía queda un lugar donde refugiarse con la compañía de otro ser, en pos de un mañana mejor. Imperdible.

 

Ficha:

Autor y director: Martín Henderson

Actúan: Dolores Ocampo, Leonardo Saggese y Martín Henderson

Categorías: Reseñas

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