Hay que ponerle color a la vida

¿Qué le da color a la vida? Esa es la pregunta que se hizo Gastón Jeger director de “Croma”; una divertida puesta en la que catorce payasos pasan más de una hora intentado dar una respuesta a ese interrogante y por supuesto haciendo reír y emocionar a todo el público.

En medio del gris predominante de una fábrica rodeada de cajas, se encuentran unos pequeños escritorios con máquinas de escribir y teléfonos en los que los empleados trabajan mecánicamente; pero claro, son payasos y son muchos; por lo que el descontrol no tarda en llegar. En escena están todos los personajes comunes a cualquier empleo, los enamorados secretos, los amigos cómplices, los chusmas del horario del almuerzo, los que compiten por complacer al jefe y claro el jefe que aparece desde una atronadora voz en off para poner orden cada vez que las situaciones se desbordan.

Además de los catorce payasos, hay tres músicos en escena que musicalizan en vivo la acción dando gran potencia a las escenas. Las situaciones cómicas prevalecen pero en la obra también hay muchos momentos de emoción profunda que los actores saben llevar muy bien hasta ese raro límite entre las lágrimas y la sonrisa. Los juegos con el público son los que generan los picos de comicidad celebrados por todos. Y resultan más que atractivas las escenas en las que todo el elenco en pleno aparece en escena generando un verdadero clima de fiesta. En tiempos en donde las producciones numerosas tienden a escasear dentro del circuito independiente, contar con un elenco de tantos integrantes y además dentro de una puesta que se vale hábilmente de ese recurso es algo para celebrar y una razón más para ir a disfrutar de esta obra.

Croma parte de una interesante pregunta y llega a una puesta es la que es posible reflejarse y ver entre carcajadas y alguna lágrima los diferentes matices que tiene la vida.