Ese abrazo inconcluso. Un espectáculo delicado y emocionante.

Una habitación en penumbras y el aroma de unos jazmines que adornan un escritorio inundándolo todo. Y en ese espacio, pequeño, una madre que espera. La Guerra Civil española ha estallado y se han llevado preso, entre otros, a Federico García Lorca. Cuesta creer que la misma tierra haya podido dar luz a  Franco y también a Lorca; una personalidad tan vasta, iluminada y fuente de una obra tan profunda y elaborada que aún hoy nos sigue estremeciendo; sigue enseñándonos y sorprendiendo. Los hechos son conocidos: su enorme libertad, su compromiso con el arte, la vida y la dignidad humana sumado a su homosexualidad manifiesta chocaban de manera directa con el régimen. También es conocido su cruel final.

Esta obra abarca las tristes horas de angustia e incertidumbre de su madre Vicenta, quien hurga entre cartas que ella ha escrito y él ha guardado como una manera de tocarlo, de tenerlo, de estar más cerca. Vicenta es interpretada  por María Marta Guitart, quien ha también escrito y dirigido el trabajo. A pesar de su juventud, no se hace difícil entrar en su aire, en su poesía y percibirla como madre. María Marta posee una voz hermosa, potente, que se mantiene levemente quebrada a lo largo de todo el espectáculo pero con un color esperanzado; sí cargado de angustia pero lejos de la tragedia. El relato va desgranando distintos recuerdos compartidos a lo largo de su vida y aportando detalles de su relación –que era muy amorosa y cercana- y de la vida de ambos. Además de la importancia que tuvo y tiene en nuestra tierra su obra, esta madre hace resonar la experiencia de otras madres nuestras en su desamparo y también en su fortaleza y convicción. El lenguaje de la obra es poético y tiene como contrapunto la música de Mailén Ubiedo Myskow interpretada en escena en cello por Natalia Macera. Hermoso y por sobre todo, transmite un gran amor por la tarea realizada.